lunes, 20 de septiembre de 2010

Terminó el verano

¡Qué pereza! La vuelta a la rutina y al trabajo siempre es dura, pero reconforta saber que hay rutina y, sobre todo, que hay trabajo. Con la que está cayendo es de agradecer tener un horario para protestar y unos alumnos para ¿disfrutar? (sí, es broma). Bienvenidos a clase. No sé la ilusión con la que empezáis, pero un nuevo curso siempre es un reto y una oportunidad para crecer como personas. Muchos de los trabajos que vamos a hacer este curso en 1º y en 2º los voy a dejar en el blog por eso del ahorro de fotocopias (ya sabéis que nuestros políticos nos han pedido que arrimemos el hombro y que ahorremos todo lo que ellos derrochan a manos llenas, pero eso es otro tema tan aburrido que mejor dejamos caer un tupido velo).
Os presento el primer tema de literatura de 1º de ESO, una bonita historia de mitología. Espero que os guste:
LA HISTORIA DE POLIFEMO Y GALATEA
“Cerca de Sicilia hay una montaña en cuyo interior se esconde una enorme gruta. La entrada está defendida por unos troncos. Una intrincada maraña de árboles impide la entrada de la luz del día y de aire puro a la caverna, y dentro de la cueva una turba de aves nocturnas gimen con tristeza, confundidas por la oscuridad del lugar. Esta enorme gruta es la morada del gigante Polifemo, a quien todos temen en aquellos montes.
Polifemo es un cíclope, hijo del feroz dios Neptuno. Su cuerpo es tan grande como un monte; en su frente brilla un solo ojo, que podría competir en grandeza con el propio sol; y su cuerpo es tan grande que utiliza como bastón el pino más alto y más fuerte de la sierra.
Tiene el cabello negro y largo, que le cae sobre los hombros sucio y desordenado. La barba, áspera e hirsuta, cubre la cara del gigante e incluso cubre su pecho. Jamás la peina, y solo algunas veces trata con los dedos, sin conseguirlo, ordenarla.
Ninguna fiera ha sido tan cruel como Polifemo, y todos los animales temen su brutalidad, pues caza incluso a las fieras más temibles.
Siempre lleva colgando de su hombro un zurrón rebosante de fruta para el camino. Allí esconde peras, manzanas, castañas y cuantos frutos ofrecen los campos.
Polifemo utilizó cien cañas unidas con cera y cáñamos para construir su zampoña. Y con ella toca una música tan horrible que, cuando la hace sonar, el bosque entero se inquieta, el mar se altera y el dios Tritón provoca las tormentas.
Polifemo está enamorado de Galatea, hija de Doris y Nereo. Es la ninfa más bella de cuantas han existido. Sus ojos son dos luminosas estrellas que brillan sobre su piel, tan blanca como la pluma del cisne. Los dioses y los hombres se enamoran de su belleza, pero ella desdeña sus palabras de amor.
Un día Galatea se sentó a descansar bajo un laurel, protegiéndose del sol ardiente. El canto de unos ruiseñores hacen que se quede dormida. Sin que ella se dé cuenta, se acerca el joven Acis. Acalorado, lleno de polvo el cabello y sudando, se dirige a la fuente y bebe el cristalino líquido. De reojo, mira a la muchacha dormida.
Acis era un joven hermoso. Había nacido de un fauno, medio hombre, medio fiera, y de una hermosa ninfa. Acis no puede dejar de mirar a la hermosa Galatea. Decide ofrecerle un regalo cuando despierte y pone en un cestillo de mimbre almendras frescas mondadas y miel recién cogida.
Aprovecha el sueño de Galatea para lavar su cuerpo en el arroyo. Pero el ruido despierta a la joven. A su lado encuentra los regalos y su primer impulso es huir. No obstante, se tranquiliza al no ver a quien ha dejado esos regalos junto a ella.
El amor dispara una flecha que se clava en el corazón de la dulce Galatea. La curiosidad puede más que el miedo y quiere saber quién le ha hecho tales regalos. Busca entre las plantas y ve a un joven dormido en la hierba. Es Acis, que está simulando el sueño pensando que así conseguirá más fácilmente el amor de Galatea.
Creyéndole dormido, Galatea se inclina sobre él y le contempla tranquilamente. Admira la belleza de Acis: su piel parece muy suave, su cabello es del color del sol cuando se pone, en su cara apunta un bozo apenas visible. No aparenta más de dieciséis años.
Acis vigila atento el rostro de su amada por el pequeño hueco que dejan sus párpados entreabiertos. De pronto parece despertar del fingido sueño y se levanta. De pie se aprecia mejor la gallardía de su persona. Sin previo aviso, se arrodilla e intenta besar los pies de Galatea que, asustada, intenta huir.
Mas él se disculpa y Galatea, risueña, le consiente que se quede con ella. En un rincón, a la sombra, se sientan los dos jóvenes. Dos palomas que se arrullan los incitan al amor. Acis intenta tocar la piel suave de los brazos de su amada, pero Galatea lo esquiva. Solo tras muchos intentos consigue Acis robar un beso.
Está a punto de ponerse el sol. Polifemo, el fiero gigante, se ha sentado en lo alto de una roca y comienza a cantar al son de la música de su zampoña. Galatea escucha esa música y en ese momento preferiría ser una hierbecilla, una flor o un poco de tierra, para escapar así de los celos del cíclope.
Galatea, asustada, abraza a su amigo y juntos escuchan la canción de Polifemo:
“Oh, bella Galatea, más suave que los claveles de la aurora, más blanca que el cisne, cuyos ojos son más hermosos que las estrellas del cielo. Sal de las aguas, pisa la arena de la playa, que recogeré las conchas sobre las que hayas puesto tus gráciles pies.
Hija del mar insensible a mis ruegos, escucha al menos una vez mi voz. Es cierto que solo soy pastor, pero tan rico que mis rebaños cubren los valles más amplios. Soy hijo de Neptuno, dios del mar.
No te escondas, que es Polifemo quien te llama: un esposo de tanto valor y grandeza que el sol nunca lo vio tan robusto. Sentado, mi mano alcanza el dulce fruto de las ramas más altas; de pie, mi cuerpo da sombra suficiente para proteger del sol a innumerables cabras. Me conozco: un día, el mar azul en calma me sirvió de espejo. Me miré y me agradó mi figura. Soy grande y mi único ojo brilla como el sol.
En otro tiempo colgaban en mi cueva, como trofeos, cabezas humanas, cabezas de caminantes extraviados; pero hoy, por tu amor, mi cueva sirve de albergue al peregrino que, si perdió su ruta, halla en ella buena acogida.”
Unas cabras mordisqueando unas vides interrumpen el canto de Polifemo. Enfadado porque pisoteaban los brotes más tiernos, da tantas voces y lanza tantas piedras con su honda que llegan hasta donde están Acis y Galatea.
Asustados los dos enamorados por las voces y las piedras, se separan y corren velozmente. Polifemo ve a Galatea corriendo hacia el mar. Ve después al bello joven y lanza un grito de celos que hace sacudirse a los árboles como lo haría una tormenta.
Con enorme y violento esfuerzo, Polifemo arranca la mayor roca de la montaña y la arroja sobre el joven que huye. La roca alcanza de lleno a Acis, lo aplasta y lo tritura…
Con lágrimas en los ojos por la suerte de su amado, la ninfa llama a las diosas del mar. Todas acuden en su ayuda y convierten en cristal puro la roca que ha aplastado a Acis. La sangre del joven se desvanece transformada en agua. La corriente viaja rozando las flores hasta llegar a Doris, el mar, quien acoge con piadoso llanto a su yerno muerto. A la vez le aclama como divinidad, pues ha sido transformado en río. Y la corriente aún hoy conserva su nombre: Acis.”
“Fábula de Polifemo y Galatea”. Luis de Góngora (adaptación)

1 comentario:

  1. Bueeeeno, no esta mal, la parte que mas me ha gustado ha sido cuando la aplasta la roca, el menda es asin! SANGRE SANGRE Y DESTRUCCION!!! nah enserio, la obra estaba bien, me ha gustado

    ResponderEliminar

¡Bienvenido al país de Mennulara! Deja tu comentario