sábado, 23 de octubre de 2010

La ignorancia al ataque

La censura siempre me ha parecido hija de la ignorancia. La sabiduría y el ingenio nunca censuran porque no tienen miedo a nada, incluso a que haya gente más sabia y más ingeniosa.
Ha sido y será siempre ejercida como baldón de la condición humana por mentecatos poderosos y por mentecatillos de medio pelo.
Juzgad vosotros mismos la categoría del mentecato de turno:
"Del manicomio a la cárcel"
"En Irán, desde los primeros años de la revolución islámica se tomaron medidas muy severas y, en consecuencia, muy pocos comedidas. Para resistir aquellas medidas, que, en su mayoría, consistían en prohibiciones arbitrarias, algunos iraníes consiguieron que los internaran durante unos meses en manicomios, donde, al menos, podían gritar a gusto: "¡Abajo el islam! ¡Muerte al profeta!" y locuras semejantes.
Cuando querían salir, sólo tenían que dejar de gritar, reconocer sus errores y pedir perdón.
Entre las actividades prohibidas figuró en aquella época la de la música, incluso la de la música tradicional.
Privados repentinamente de recursos, para no perder su técnica instrumental, los músicos profesionales (en época del Sha, Teherán contaba con una gran orquesta clásica) tenían que practicar a escondidas por su cuenta y riesgo. Hasta se vio a algunas orquestas tocar en plena noche en el desierto.
A un gran pianista lo encarcelaron por delito de opinión. Cada día, en la celda , seguía practicando sobre una esquina de la mesa para conservar la flexibilidad de los dedos.
Un día, el director de la prisión lo convocó y le preguntó:
-¿Qué hace todos los días en su celda con las manos sobre la mesa?
El músico respondió que no hacía nada especial, que se aburría, que tamborileaba sobre la mesa para pasar el rato.
-El director lo interrumpió:
-¡No me cuente historias! ¡Usted era un pianista célebre y sigue practicando a pesar de la prohibición1 ¡Venga! ¡Dígame la verdad!
El pianista intentó volverlo a negar, pero finalmente tuvo que reconocer que, a veces, quizá, a su pesar, sus dedos se acordaban de cual o tal concierto, recuperaban la melodía sobre la superficie de la mesa...
-Bueno, bueno-le dijo el director, que aquel día se mostraba proclive a cierta indulgencia-, le entiendo. Puede volver a su celda.
En el momento en que el pianista salía del despacho, rodeado por dos guardias, el director lo llamó y le dijo una vez más:
-¡Pero cuidado! ¡Sólo puede tocar las piezas autorizadas!"
J. C. Carrière
Para morirse, vamos. Tengo la sensación de que hoy abundan los directores de prisiones , "seguratas" de lo políticamente correcto. Luego os hablaré de una absurda historia sobre lo que puede llegar a ocurrir si no seguimos las doctrinas imperantes. ¡Buen finde!

1 comentario:

  1. Siempre habrá personas así, cuando no las haya será el apocalipsis...

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